
¿ Por qué llegas tarde a la escuela? me preguntó mi maestra, no de muy buenas maneras .¿ estas son horas de llegar?
Yo la miré cohibida por que advertí su enojo y por que en su mano derecha en forma amenazante, esgrimía el "puntero"(1)
Viendo que mis compañeros del aula se reían, regocjándose por el mal momento que yo estaba pasando, tomé coraje y le dije:
señorita, vine juntando leña por el camino, como nos pidió don
Manuel (el conserje) para hacer el mate cocido (2)
- Eso que has traído, más que leña parece un nido de carancho (3)
La risa de mis compañeros se convirtió en estrendosa carcajada,
que llevó al máximo mi disgusto a consecuencia del " bochorno "
que la maestra me hacía pasar delante de ellos.
También para ella fué un momento dificil porque no conseguía
restablecer el orden. Las risas continuaban en bullanguera y
total desobediencia y fueron vanos los intentos de la maestra
para controlar tal desborde, viéndose obligada a pedir ayuda al
señor Pedro, el director de la escuela , quien con su reconocida
autoridad logró restablecer la calma, previos "chuschones"(4)
y tirones de orejas, método habitual y corriente en los docentes
de aquellos tiempos para imponer respeto y obediencia.
El conocido adagio - La letra...con sangre entra- justificaba los
castigos y penitencias con que lograban mantener la disciplina.
El temor a ser castigados garantizaba, (aunque no siempre) el
buen comportamiento.
Así, el puntero que mencioné al comienzo en la mano de mi
maestra, tenía un doble uso. Uno, el correcto, señalar lo escrito
o dibujado en el pizrrón y el otro, azotar al que , a opinión de la
maestra estuviese haciendo algo indebido. Eso debía ser así y
así era con seguridad; inevitablemente.
ACLARACIÓN: (1) vara larga afinada en la punta, para señalar lo escrito en el
pizarrón (2) infusión de yerba mate (3) ave de rapiña del norte argentino (4) tiro-
nes del pelo, generalmente en las patillas.
juliana Gómez Crdero