
MASCOTAS
Las mascotas son un premio no siempre merecido que nos da Dios para hacer mas llevadera nuestra vida, no siempre perfecta, por las circunstancias que sobrevienen a lo largo del camino que nos toque transitar. Somos estuches cerrados, unos más que otros, pero nuestro ego no nos permite abrirnos totalmente a las confidencias y aunque logramos con el tiempo ser sociables y confiar en los demás, queda siempre un atisbo de temor a que nuestra entrega no sea del todo correspondida, ya sea por familiares, amigos muy queridos y confiables., por el trato con nuestros superiores o compañeros de trabajo y un largo etcétera imposible enumerar.
Suceden altercados que en ocasiones surgen inesperadamente por alguna contradicción en nuestras opiniones, que se
magnifican simplemente por no apelar a nuestra dosis de cordura indispensable en todo momento y suelen dejar un resabio de amargo remordimiento, por habernos dejado ganar por la intolerancia en un acceso de ira incontrolada.
Los seres humanos llevamos impreso en nuestro yo, el individualismo innato y aferrado sin dilaciones, conformando nuestra personalidad .
Analizado así fríamente, da la impresión que nos estuviéramos definiendo .como seres herméticos, fríos y
permeables a la indiferencia por seres y cosas que nos rodean, inmunizándonos contra los sentimientos.¡NO ES ASÏ! ¡ROTÚNDAMENTE, NO !:
Cada uno de nosotros tiene en su interior un lugar reservado para guardar inefables sensaciones, que nos ayudan a llenar los vacíos que inevitablemente se van produciendo y recurrimos a la estrategia de rodearnos de seres que con su prodigiosa presencia nos hacen compañía, alegran nuestras horas, mitigan nuestras tristezas brindándonos su comprensión, su lealtad indiscutible, su obediencia y sumisión extrema y un caudal de amor indescifrable , generoso y espontáneo. ¿ Necesito decir de quien se trata?..... ¡ Ya lo adivinasteis ¡ SÍ, me refiero a las mascotas.
A lo largo de mi vida Tuve la dicha de tener algunas mascotas muy amadas y el inmenso dolor de perderlas por que lamentablemente la vida de esos animalitos es breve, envejecen pronto y cuando nos dejan se siente una angustia tan atroz que ( al menos yo) pensamos “nunca más tendré otra” para no volver a sentir esa laceración del alma tan dolorosa. Pero nuestro corazón siente la necesidad de prodigar la ternura que llevamos en él y volvemos a reincidir.
Y de nuevo acogemos, sin dudarlo, a otra mascota que amamos tanto o más que a la anterior, a la que seguiremos recordando siempre por toda la dicha que nos brindó.