
Terminamos de cenar y después de una corta sobremesa , me despedí de mis amigos. Yal hacerlo sentí alivio, porque el tema (creí yo, quedaría olvidado) me había alterado un poco, pero no iba a permitir que eso me perturbara a punto de hacerme perder el sueño. Tenía que levantarme temprano al día siguiente para trabajar en mi taller y logré despreocuparme y dormir plácidamente.
Madrugué como de costumbre, para dedicarme a mis tareas con buen estado de ánimo ¡ Que hermoso día! Luminoso, bastante fresco, como correspondía en esa época todavía invernal a mediados de Agosto.
Un desayuno liviano y a trabajar, con la satisfacción que se siente cuando lo que se hace es
placentero. El indescriptible placer que yo sentía al meter de lleno mis manos en la arcilla para modelar algunas de mis creaciones. Ese día no tenía alumnos y por lo tanto me sentía mas libre y despreocupada con muchas ganas de trabajar.
Cerca de mediodía sonó el teléfono insistentemente. Yo estaba un poco alejada de él y tardé en llegar. Cuando levanté el tubo, la voz de mi anciana amiga (¿ os dije que se llamaba Juliana como yo? ) penetraba en mis oídos, insistente, continuando con su tema del día anterior, Decidida a no dejarse interrumpir por mí me dijo: déjame que termine con lo que quiero decirte y luego, tómate todo el tiempo que quieras para darme una respuesta. Asentí para no contrariarla y la dejé hablar.
Ella sabía que a esa hora yo dejaba de trabajar para prepararme el almuerzo, limpiar los cacharros y hacer reposo en una corta pero reparadora siesta. Por eso escogió ese momento para llamarme y no interrumpir mi trabajo; pero estaba interrumpiendo mi almuerzo y mi descanso quizás sin dase cuenta, en su afán de convencerme de lo que hablamos el día anterior.
.... No quiero agobiarte y no insistiré más-comenzó diciendo - pero no me interrumpas en esto que te diré por última vez y créeme que lo hago por el gran cariño que sentimos por tí. Estar tan sola no es cosa buena, aunque tú digas lo contrario; ya eres una persona mayor, el tiempo no se detiene, pasa sin sentirlo y llegará el día que, con más años a cuesta y la misma soledad, acrecentada por la ausencia de los que se irán , (como ser nosotros con nuestra avanzada edad), puedes llegar a lamentar el no haber, al menos intentado, conocer esta persona que queremos presentarte. ¡No! no me contestes ahora y piénsalo; solo te pedimos que lo conozcas y lo trates.
Nadie puede obligarte a que te cases o te juntes si no es tu voluntad o si no no hay afinidad entre vosotros, pero puede ser una oportunidad y mira, la oportunidad suele pasar solo una vez ante nosotros y si la dejamos ir, puede que nunca se repita.
También puede suceder, que no os agradeis ninguno de los dos pero ¿ que habrás perdido? solo unos instantes de tu tiempo y en cambio puedes haber ganado un posible amigo, tan necesarios a veces en la vida.
Eso es todo y puedes estar segura que no lo mencionaré nunca más. Ahora la decisión es tuya, y la respuesta también. Tú sabes donde vivo y tienes mi teléfono.
Y sin decir nada más ni esperar que yo dijese una palabra, cortó la comunicación.
Me sentí molesta con lo que parecía un apremio o exigencia inadecuados, cual una persecución, queriendo imponerme algo en contra de mi voluntad.
Rondaba en mi cabeza la voz por momentos impetuosa y osca de mi amiga, sugiriendo, recomendando, insistiendo, pronosticando, y dándome consejos que yo no había pedido.
El resto de la tarde lo pasé refunfuñando malhumorada, agradeciendo que no era día de clases y mis alumnos no percibirían mi disgusto.
Esta buena mujer con su actuar, había logrado alterar la plácida calma y continua rutina de mis dias sin mayores variantes, asumidos con la convicción de que eran así ... y punto.
Pasaron varios días y ya mas tranquila, me encontré pensando si no sería yo la equivocada, al negarme tan rotundamente a conocer a esa persona que querían presentarme mis amigos.
Era verdad que yo no perdería nada más que algo de mi tiempo, sin sentirme obligada ni comprometida a nada por el solo hecho de tratar a alguien tan bien recomendado, y si sentía algún tipo de rechazo o desagrado, poner punto final y yá.
Tampoco era del todo cierto que me sintiera muy bién sola, porque en los 8 años que transcurrieron desde la muerte de mi esposo, muchas, pero ¡ muchas veces ! me sentí tan angustiosamente sola, tratando de convencerme y convencer a los demás que no me afectaba.
¡Sí ! con el tiempo asumí la soledad como algo normal, pero....¿ cuanto tiempo hacía que no iba al cine o al teatro? ¿ cuanto que no asistía a un concierto ? ¿ o a una conferencia ?.
Mis salidas se limitaban a visitar a alguna amiga, hacer largas y solitarias caminatas, o las obligadas consultas médicas, por alguna dolencia ocasional.
Que largos los domingos, tediosos, interminables ! Yo tenía dos amigas; Juliana , la que menciono en este relato y Luisita, la madre del que era el dueño de un taller de cerámica, en el que trabajé antes de instalar el mío propio.
Juliana y su esposo eran ancianos y poco propensos a salir de paseo. Y Luisita, que tenía dos años mas que yo, pero tenía a su cuidado a su madre viejecita a quien no podía dejar sola, por lo tanto no me quedaba otra alternativa : salír sola, o quedarme en casa.
¡Mucho pensé en esos días ! mis profundas meditaciones y un análisis meticuloso de los pro y los contras, me impulsaron a tomar una resolución, que en aquel momento no estaba muy segura si sería acertada o no. Llamé por teléfono a mi amiga y cuando atendió le dije decididamente....¡Sí Juliana ! acepto conocer a vuestro amigo.-( Continuará)
Juliana gómez cordero